Terror: La calma



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Todo comenzó cuando la gente del pueblo llanero “La Calma” se quejó de la carne que servían en un centro campestre para turistas llamado “El campito”, el gerente no se explicaba tal alboroto. Su expresión era de desconcierto absoluto, yo lo sé, yo estuve allí.

La carne era exquisita, magia pura pero… algo raro pasaba. Un gringo bien vestido y perfumado entró al lugar ese jueves en la mañana, se dispuso a servirse con su familia el manjar de “El campito”: Parrillita mixta con sus respectivas salsas. El gringo comía, no pasando desapercibido porque vestía un colorido conjunto, entonces el americano abrió los ojos sorprendido y grito “¡Esto es carne humana!”. El ambiente del lugar se detuvo, los vellos de mi cuerpo se erizaron y las caras de asco, espanto o incredulidad fueron en crecimiento.

El americano era un artista y un crítico culinario muy conocido, que participó en una nueva onda extrema en la que se consumía carne humana extraída de operaciones, todo era legal. Él sabía de lo que hablaba.

Ese mismo día se sabría la verdad. Los hacendados de los alrededores no encontraban explicación al hecho, lo que vendían venia de las vacas, no de los humanos. Tanto fue el alboroto que luego de descartar a mil culpables solo quedo uno posible: El dueño del restaurante que no se encontraba presente.

Los periodistas llegaron. La expresión del gerente se hacía cada vez más desconcertada. No le quedo más remedio que confesar. Él sabía lo que pasaba.

Su jefe tenía una extraña afición, le gustaban las cosas de buena calidad, la carne de primera. Que mejor carne que la nuestra. Así que “El caníbal del llano” como fue conocido por aquellos años, comenzó una industria. Montaba a la gente en su camioncito para acercarlos a su casa y cuando terminaban en sus garras los despedazaba y les arrancaba la piel. Decidió compartir la maravilla y hacer un restaurante. Con la ayuda de sus amigos políticos e inspectores nada se sabría.

“Le gusta prepararla, es un hombre de clase, no se come la carne cruda”- fueron las palabras del gerente alcahuete. Todos en el lugar se espantaron, vomitaron, se desmayaron y un grupo pequeño, entre los cuales estaba yo, nos dirigimos furiosos a la puerta de la cocina. Ante la cara de unos chefs espantados abrimos el congelador para encontrar…partes de cuerpos humanos colgados. Un chef confesó jocosamente: a los clientes les encantan los muslos.

Todo este cuento terminó en el cierre del restaurante, nunca encontraron al dueño. Algunos niegan esta historia, pero yo con certeza se los confirmo, porque desde que era un chico de 14 años no he probado mejor carne que la humana. 


C.V.R.W


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